Normalidad "anómala"

(Fragmento)
Pareciera que nuestras existencias consistiesen en llenar el mismo vaso, con la misma pizca insípida de agua: nuestras lágrimas, y deleitarnos con su silencioso deslizamiento; caminar sobre el mismo asfalto trazado uniformemente por todas las calles, sentir la frialdad diaria de transitar rodeados de una sociedad de plástico, observar sus mismos monumentales y tristes paisajes urbanos, dirigirnos hacia las mismas instituciones de aburrimiento y lugares de diversión pagada, divertirnos sólo si no nos lo prohíben, saludar obligadamente a las mismas personas –todavía con el ansia de volver a la cama, de retomar o pretender lograr una convivencia amorosa en casa- y oír las mismas palabras emitidas con displicencia como respuesta, marcar los mismos números telefónicos, presionar las mismas teclas, para ingresar las mismas claves y contraseñas, en las mismas máquinas inexpresivas que mediatizan e impiden la fluidez de la comunicación humana como un acto revelador de nuestros deseos, como una creación nacida de nuestras vísceras, y que es, finalmente, convertida en un elemento matemático social más, algo separado de nosotros mismos, un componente ajeno a nuestras sensaciones.

Lo que hemos asumido como vida es, en suma, repetir las mismas actividades, durante los mismos tiempos y en los mismos lugares; he allí la normalidad social ante la cual nos sentimos agasajados, el obsequio preciado de nuestros padres y el magno futuro de nuestros hijos, todo aquello por lo que luchamos incansablemente, sin antes poder haber reflexionado al respecto, sin sentarnos a pensar por un momento si es que todo aquello que se nos ofrece como realidad es lo que deseamos. Y si no lo hacemos, es porque ella misma nos lo impide.

Manifestar que “la realidad es quien nos ciega”, quien nos impide ver más allá de sus limitaciones y merma nuestra percepción, puede ser tan paradójico e irónico como afirmar que “la normalidad es quien nos enferma”, quien entorpece nuestra autonomía e impide la creación de nuestros propios criterios para el desarrollo de la vida haciendo prevalecer nuestros ejercicios de autorregulación (biológica y cultural), pues comprendemos que somos humanos y somos capaces de hacerlo; y si, bajo conceptos hobbesianos, medio apocalípticos, consideramos que no somos capaces de autorregularnos sin coacción o autoridad externa, banal y embustero es el intento de perseguir algo parecido a la salud mental (¡y, menos aún, bajo los preceptos lógicos de otros humanos!).

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El aburrimiento también es inspirador ;)